Tema

Mi Mejor Amigo

Apareció un día, de nadie sabe dónde, en la puerta de mi trabajo. No pude evitar mirarle a los ojos, los tenía en forma de avellana y eran de color canela, expresaban una mezcla de tristeza, inseguridad y miedo. Hice mi jornada diaria y al salir continuaba allí, agazapado detrás de un coche. Asomó la cabeza y vi como me perseguía con la mirada. Esperó a que me alejase un poco y tímidamente, guardando las distancias, me acompañó a casa. Cuando llegué a la puerta esperó sentado en la esquina, sin mirarme directamente. Entré al portal y al subir arriba me fui directa a la ventana, ya se había marchado y creí que no le volvería a ver. Para mi sorpresa, la mañana siguiente, al salir de casa, me aguardaba en la misma esquina que el día anterior y, como el dia anterior, manteniendo la distancia, nos fuimos a trabajar. Con el paso de los días esa distancia se fue acortando, ya dejaba que le acariciase y hasta nos atrevíamos a jugar y cada día hacíamos aquél viaje juntos, de mi casa al trabajo, del trabajo a mi casa. Esa fue nuestra rutina durante varios meses.
Una tarde, al salir del trabajo, se avistaba una buena tormenta. A los 50 metros comenzó a llover, la típica tormenta de verano, rayos, truenos y agua en cantidad. Le miré, me miró y ambos echamos a correr. En ese instante, mientras corríamos, me puse a pensar. Cuando uno corre es porque sabe que va hacia algún lugar. Yo tenía un refugio donde guarecerme, sabía hacia dónde me dirigía pero ¿y él?. Caí en la cuenta que él corría hacia ninguna parte, no tenía donde guarecerse, no tenia quien le diese cobijo pero, aún así, corría conmigo. Para él no era importante hacia dónde se dirigía sino con quién recorría el camino. Al llegar a la puerta de casa, la abrí, me giré, le miré y con un discreto gesto le pedí que entrase. Ese día, aquella puerta se convirtió en una metáfora de mi corazón.
Nuestro proceso de conocimiento mutuo, a partir de ahí, fue lento. Hubo un amor a primera vista pero el asentamiento fue duro. Él era como el vagabundo, criado en la calle, sin ninguna norma que cumplir. Yo era como la dama, llena de manías y estereotipada. Fuimos aprendiendo el uno del otro y sin darnos cuenta nos hicimos inseparables. Ya era uno más de la familia. Durante catorce años hemos vivido mucho. Ha sido testigo de mis miserias, de mis celebraciones, alegrías y penas. Yo he sido testigo de su vida. El 23 de Mayo empecé a andar mi camino sola y aunque le echo de menos cada día, me queda la satisfacción de pensar que ambos fuimos felices.
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